¿Por qué no ejercemos de forma racional nuestra principal libertad como consumidores ? Elegir dónde compramos
¿Por qué nos quejamos del comportamiento de las multinacionales si somos nosotros con nuestras compras los que les proporcionamos desorbitados beneficios, sabiendo de antemano cuáles son las prioridades de sus directivos?
¿Por qué los políticos capitulan y rinden pleitesía ante estas corporaciones por el "bien general"?
¿No contribuye el sistema político actual a esta deriva del Estado de Derecho? ¿Hay que repensar la Democracia y el papel de los partidos políticos en el sistema?
¿Podemos hacer algo para cambiar este estado de cosas? ¿Es posible el establecimiento de otra estructura de relaciones económicas y sociales?
La concentración del poder económico y/o político en pocas manos, ha sido a lo largo de la historia el principal enemigo del desarrollo de los pueblos y el verdugo de sus libertades. Podríamos citar numerosos ejemplos para constatar esta afirmación.
Mientras percibimos que los modernos medios de comunicación de masas nos podrían proporcionar el cauce adecuado para la conformación de una opinión pública informada, y por tanto libre; se da la paradoja de que vivimos en nuestra época, como en ninguna otra, bajo la implacable amenaza de la tiranía desde múltiples frentes. Asistimos cada día impávidos a la instrumentalización de estos medios para oscuros fines de carácter político y económico. Aunque desde el ordenamiento jurídico se nos asegura que tienen un carácter social y de servicio público.
Ni el mismísimo Goebbels pudo soñar con tener en sus manos instrumentos tan formidables. Nunca ántes las sociedades que aspiran a ser libres, estuvieron sometidas a un nivel de coacción tan elevado.
En el terreno político, esta realidad se presenta a un ciudadano desprotegido ante la mentira y la insidia, la propaganda y el marketing. Esa desprotección es absoluta porque abarca desde la imposibilidad de denunciar con éxito tales campañas; hasta la falta de criterio para discernir lo cierto de lo falso, debido sobre todo a un sistema educativo acrítico y a una generalizada sensación de hartazgo de todo lo que tiene que ver con política. Esta línea argumental será desarrollada en un artículo posterior.
Desde el punto de vista económico, todo es mucho más sutil. Nos convierten a través de nuestras elecciones "libres" en el mercado, en engranajes necesarios de la gran máquina CAPITALISMO. Entierran la racionalidad de los individuos a través de multitud de estímulos como el marketing y la propaganda. Y modifican las decisiones individuales y colectivas para la consecución de un mayor beneficio económico a través del abuso del poder tanto en el plano jurídico (modificando leyes y obteniendo prevendas, subvenciones, etc...), como en el mercado a través del abuso de posición dominante y la explotación de economías de monopolio o pseudo-monopolio.
La derecha pregona los "milagros" que realiza un sistema de libre mercado, aunque casi siempre entiende la palabra libertad a su manera, pues pone en manos de amiguetes las grandes corporaciones pertenecientes al estado después de ser privatizadas. Se preocupa poco por establecer un marco jurídico que garantice la igualdad de concurrencia en el mercado y que evite los monopolios que tanto perjudican al consumidor.
Desde la izquierda se ataca al mercado como si se tratara de la encarnación del mal. Como si fuera perjudicial por sí mismo. Pero la alternativa que plantean, más intervención estatal, lejos de solucionar los problemas, los empeora en la mayoría de los casos. La libertad que preconizan en el terreno moral, se diluye y se transforma en un dirigismo absoluto cuando se acercan al terreno de la economía. Viven encerrados en esta paradoja, a la que no encuentran solución.
Ante este panorama, ¿qué puede hacer un individuo para intentar reconducir la situación?
El único poder que tiene un individuo en el sistema actual tal como está montado es el de su consumo, ya que las sociedades en lugar de tener ciudadanos, nos reducen a la mínima expresión de consumidores. Si esa es nuestra arma deberemos utilizarla con inteligencia y audacia, y no rendirnos de entrada bajo multitud de excusas quejándonos de que nosotros sólos no podemos hacer nada. Como nosotros, cientos de miles, millones, de otros ciudadanos repiten el acto de su propia rendición ante los poderes que monopolizan la economía y la política en nuestras sociedades. Si comenzaramos a ejercer nuestros limitados "derechos", aunque fueramos muy pocos, podríamos atacar a la raíz de los monopolios establecidos y minar sus bases, haciendo temblar toda la estructura que los sustenta. Bastaría con dejar de hacer lo que ellos de antemano suponen que vamos a acabar haciendo, comprarles sus productos.
(continuará...)