lunes, 27 de abril de 2009

"Yo no soy tonto" o el dilema entre Realidad y Deseo

A algunos les parecía que la época de bonanza económica ya no tendría fin. Gracias a la intervención de los bancos centrales, se habían terminado los fastidiosos ciclos económicos, y la Humanidad se asomaba casi sin creerlo, a un escenario de crecimiento continuado.

Nada más lejos de la realidad. La única diferencia con épocas anteriores ha sido la intensa y continua intervención de los bancos centrales en la economía. Sobre todo la Reserva Federal norteamericana en manos del señor Greenspan hasta fechas recientes. Su política monetaria ha sido seguida tanto por el Banco Central Europeo como por el Banco de Japón y otras instituciones menores que a la sazón configuran el sistema monetario mundial por manejar las divisas que se utilizan en la práctica totalidad de los intercambios comerciales internacionales.

Merece la pena hacer memoria y recordar que sin el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York, probablemente el mundo hubiese sufrido una de esas crisis cíclicas del capitalismo debido al estallido de las punto com y su posterior resaca. Con la justificación de evitar una crisis de pánico en el sistema, la entente de autoridades monetarias anteriormente enunciada, comenzó a inyectar enormes cantidades de dinero al sistema financiero internacional el 12 de septiembre de 2001.

Si se quiere comprobar, véase cómo en enero de 2000 el índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York marca un máximo que no se vuelve a recuperar hasta principios de 2007, iniciando un desplazamiento lateral(senda que marca claramente las dudas del mercado sobre la situación económica) que durará hasta mayo de 2001 en que se ve claramente como empieza a caer en picado hasta septiembre. Caída agudizada por los atentados pero que se recupera "milagrosamente".

Se genera liquidez en el sistema monetario mundial manteniendo tipos de interés artificialmente bajos. Se producen 3 bajadas consecutivas en 2 meses, de 0.5 puntos porcentuales en el tipo de intervención de la Reserva Federal hasta situarlo en el 2% nivel más bajo desde 1961. En los meses que siguen se seguirán bajando los tipos hasta situarlos en el 1%. De forma simultánea, el gobierno norteamericano aprueba el que es seguramente el mayor presupuesto de gasto de su historia para llevar a cabo las guerras abiertas en Afganistán e Irak.

Todo esto da como resultado un aplazamiento de la crisis de reajuste del sistema que debió producirse en 2002 (sólo se sufrió una tímida subida del desempleo en Estados Unidos) a causa del exceso de liquidez generado. La codicia de los gurús del sector financiero mundial (que no sabían dónde emplear tanto dinero) hizo el resto, multiplicando la magnitud de la crisis de reajuste y abocando al mundo a un Tsunami financiero con efectos demoledores en la economía real.

Ahora todos piden más gasto público. Cuando es evidente que gran parte del problema ha sido el exceso de dinero en circulación (debido a los bajos niveles de desempleo unidos a la enorme facilidad de endeudamiento de los últimos años) de ahí los altos niveles de precios de los meses anteriores a la crisis.
Y aunque no sea agradable decirlo, necesitamos un ajuste que vuelva a poner racionalidad en nuestro modelo de crecimiento. Si nos empeñamos en las bondades de la mano del estado, estaremos prolongando la recesión durante meses. Sobre todo porque mientras exista la certeza de la intervención estatal, los empresarios se orientarán a cazar el "maná" en forma de gasto público en diferentes sectores. En lugar de concentrarse en detectar las mejores oportunidades de negocio de cara al futuro, lo que sería más interesante en términos sociales. Se debería dejar al mercado realizar los ajustes de manera más rápida y certera, y evitar en lo posible la intromisión de la torpe mano del estado.

Seguramente los sectores productivos en que hemos apostado durante la última década son incapaces de emplear al volumen de personas desempleadas. Por tanto, es urgente un golpe de timón, que reinvente nuestro aparato productivo dedicando nuestros esfuerzos a sectores con futuro. Y olvídense del Estado para llevar a cabo esa tarea. Lo que hay que pedir al Estado es que no obstaculice ni complique las cosas, imponiendo cargas añadidas a las ya existentes. Tienen que ser los empresarios y emprendedores; los que abran el nuevo camino.

Todos desearíamos que la bondadosa mano del Estado pudiera sacarnos de este embrollo, pero esa idea entra dentro del terreno del deseo más que de la realidad. Todo el centro izquierda mundial ha saltado como un resorte anunciando la muerte del mercado, intentando culparle de la situación de la economía mundial. Su "nueva" propuesta, la siempre sugerente pero antigua receta keynesiana, más gasto público, más Estado. Nadie se atreve a hablar mal de las políticas que incrementan el gasto público. Y no toman en consideración las consecuencias que tendrán, sobre todo en términos de transferencias inter-generacionales. Esto es la aplicación del famoso slogan del "Yo no soy tonto" a la política (miro solamente el precio como única variable de decisión)

Pienso que es el momento de decirle a los ciudadanos que se hagan cargo de su futuro. En lugar de insistir en convencerlos, de que deben confiar más en los profesionales de la política. Porque han sido los políticos los que nos han metido en esta crisis. Por la intervención a la que han sometido al sistema monetario y financiero, tanto desde los poderosos bancos centrales, como a través de una asimétrica regulación del negocio bancario, que ha propiciado el abuso de los profesionales de las finanzas "creativas".

Se impone la exigencia de nuestros derechos de ciudadanía superando nuestro actual status de consumidores. Tienen que comprender que ya somos mayores de edad para decidir por nosotros mismos. Y que, más que profesionales de la política para dirigir la cosa pública, necesitamos dignidad, integridad, honradez y verguenza.

¿Es mucho pedir?

De los bancos, banqueros y sus relaciones con el poder político hablaremos próximamente en otro artículo ¿te crees todo lo que te cuentan los políticos sobre la banca?